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DIÁLOGO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON LOS RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES DE AMÉRICA LATINA

Sala Clementina
Jueves, 21 de septiembre de 2023

[Multimedia]

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Emilce Cuda, Secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina:

Hoy en el hemisferio sur comienza la primavera. La primavera es una estación de esperanza. En nuestro país, la Argentina, hoy es el día de la primavera y el Día del Estudiante. Hace setenta años, un joven estudiante, el día de la primavera escuchó un llamado, y respondió a ese llamado, y decidió ser sacerdote, para organizar esa esperanza que despierta la primavera. Hoy es el aniversario de ese joven, Jorge Mario Bergoglio, hoy el Santo Padre Francisco.

Bueno, les pido por favor que tomen asiento. Santo Padre, esto va a ser un diálogo, donde estas personas, 216 personas, representan a las universidades públicas, privadas, católicas y de otras denominaciones. Han trabajado en cuatro grupos y cada grupo ha tomado una parte de la Laudato si’, y representantes de estos tres grupos, venidos a su vez de distintos países e instituciones de América Latina, van [a hacerle algunas preguntas].

Santo Padre:

Bienvenidos. Y agradezco a Emilce, que sería en el Dicasterio como la “pimienta”. Chiquitita, porque es chiquitita, pero pica. Se hace sentir. Así que, te agradezco lo que hacés, y todo tu trabajo, movediza y este trabajo de pimienta. Gracias.

Grupo 1:

Rosana Valeria De Souza Silva, Grupo de Cooperación Internacional de Universidades Brasileiras de Brasil:

Santo Padre, la crisis socioambiental es de máxima gravedad. Nos preocupa el acuífero guaraní, la biodiversidad, el cambio climático, el extractivismo no sustentable, la Amazonia, la falta de liderazgo político y empresario, la ambición económica desmedida y la cultura del descarte.

Rabino Ariel Stofenmacher, del Seminario Rabínico:

Buscamos unir y alinear a todas las universidades de América Latina y el Caribe creando una fuerza transformadora capaz de influir positivamente en los decisores políticos, con nuestras investigaciones y conocimiento, hacia una ciudadanía ecológica integral. Estamos trabajando en la concientización acerca del problema que nos convoca, a través de nuestro compromiso con la educación ambiental, uniéndonos comunitariamente a través de investigaciones sistémicas e integrales, extendiendo el accionar al territorio, hasta generar redes y alianzas entre universidades, actores gubernamentales, multilaterales y sociales.

Jaime de la Osa Velásquez, Rector de la Universidad de Sucre, Colombia:

En este rol de la comunidad de las universidades de América Latina y el Caribe, organizando la esperanza ante la problemática de nuestra casa común, le preguntamos, Su Santidad: ¿Cuáles serían las cuestiones que, a su criterio, no podríamos dejar de considerar en relación con una ecología integral?

Santo Padre:

Gracias por las preguntas, que las tengo acá escritas y me voy a permitir improvisar lo que viene, porque como no las había estudiado ni nada, ¿no? Creo que es lo mejor, me perdonan si hay alguna imprecisión, fruto de la improvisación.

Ahí la primera, el acuífero guaraní, la biodiversidad, el cambio climático, el “extractivismo”, y termina la pregunta con una expresión que creo que es la que se ha empadronado hoy día del comercio, de la industria, y anche diría también de la filosofía: la cultura del descarte. O una cultura del usa y tira, usa y tira, ¿no es cierto? Es una cultura de usar mal los bienes naturales, de no acompañar a la naturaleza a un desarrollo de plenitud y no dejarla vivir. Esta cultura del descarte nos hace daño a todos. Y lo vemos también desde el punto de vista humano. Por ejemplo, una cosa que a mí me preocupa mucho es el descarte de los ancianos. Por ejemplo, hoy día el anciano llega a un punto en el que te vas de tu casa. En algunos países, como acá, ahora los traen a la casa a los abuelos porque tienen pensión, y entonces ayudan a la familia, pero se los utilizan para eso, sino se les descarta. Hay una cultura del descarte que se da en todo momento. Falta una educación de usar las cosas que sobran, rehacerlas, reponerlas en el orden del uso común de las cosas. Y esta cultura del descarte, también afecta a la naturaleza.

La segunda pregunta va en esa línea, nosotros usamos a la naturaleza y la descartamos, estamos en ese punto. Por ejemplo, hace dos años vinieron a verme los pescadores de San Benedetto del Tronto, una región italiana pesquera, y me habló, me hablaron de las “toneladas” de plástico que recogen con los peces en sus redes. Y ellos al ver eso tomaron conciencia y no la vuelven a tirar, sino que pierden plata, los llevan a la costa y ahí procuran que las autoridades obren con ellos, como tiene que obrar con los descartes. Pero ahí no hay, en general, un sentimiento ecológico integral y creo que a los jóvenes en las universidades hay que inculcarles esto. Hoy día la humanidad está enferma de este desuso, o mal uso, de la naturaleza y tiene que retomar otra vez este camino de saber usar la naturaleza bien. Y, cómo se usa la naturaleza —que es una palabra que puede parecer extraña—, yo diría: diálogo con la naturaleza, diálogo.

Hace seis años, siete años, me vinieron a ver presidentes, autoridades de algunas naciones del pacífico, sobre este tema, preocupados, y uno, el presidente de una isla, una nación que es una isla, me dice: mire, nosotros estamos comprando terrenos en Samoa para trasladar el país, porque en 20 años la isla estará bajo agua. El crecimiento del pacífico en esas zonas es impresionante, es impresionante. Me contaba un misionero, que iba en una lancha de una isla a otra, y dice: “Ay, qué raro, esa palmera creció en el mar”. “No padre, había una isla ahí, hace dos años había una isla, quedó la palmera no más, porque la isla bajó”. Y creo que Yakarta, que en este momento tiene problemas de meter adentro la ciudad, porque se le está inundando.

Tenemos que ser sensibles a esto. En las universidades tenemos que crear estas redes para tomar conciencia. La cultura de usarlo y tirarlo no funciona, no funciona. Y tenemos que hacernos cargo de la limpieza, la limpieza de la naturaleza. Y en este punto ustedes usan una palabra muy linda, que es “organizar la esperanza”. Un gran científico italiano —presidente de los científicos italianos—, en un encuentro que hicimos sobre este tema acá en el Vaticano, precisamente estábamos reunidos en esta sala, dijo: “Yo trabajo por esto porque no quiero que mi nieta que nació ayer, dentro de treinta años viva en un mundo inhabitable; y si seguimos caminando así, vivirán dentro de treinta años en un mundo inhabitable”. No hay salida de eso. Por eso, retomar la esperanza. Nosotros, con nuestra civilización, con la mala costumbre del usar y tirar, perdemos el sentido de la esperanza; y no hablo de la esperanza teológica, no, la esperanza humana, o sea, aquella que te lleva a tener hijos, a mirar al futuro, a trabajar por el futuro. Se usa ahora todo, luego no nos interesa. Recuperar y “organizar la esperanza”, que me gusta esta frase que ustedes me dijeron. Y no pueden dejar de considerar —en relación a esta ecología integral—, a esta dimensión de que los jóvenes de hoy tienen derecho a un cosmos equilibrado, y tienen derecho a esperar; y nosotros tenemos que ayudarles a organizar esa esperanza, a tomar decisiones muy serias desde este punto.

El extractivismo, que es una de las cosas que más hacen daño —pienso en algunas minas, o en algunos procesos en las minas, con el lavado y eso—, ensucian el agua, te la llenan de arsénico para el lavado de ciertos minerales, y esa agua después es la que tienen que beber. Acá hay una zona, en Italia, donde se depositan todos los residuos de las pilas y todas estas cosas, que tienen una dimensión eléctrica y curiosamente, en esa zona se multiplicaron los tumores y las enfermedades cancerosas.

Cuidar la tierra, acariciar la tierra, y no olvidemos que —esa expresión tan linda, la madre de tierra—, que nuestros jóvenes en las universidades aprendan a considerar la tierra como una madre, a la cual hay que cuidar.

Estas son un poco las cosas que —de las preguntas de ustedes—, me vienen, desordenadamente, a decir. Bueno, hoy no quise preparar discursos, que me salga lo que salga. Gracias.

Grupo 2:

Emilce Cuda: Gracias. Cada uno puede decir su nombre, universidad y país.

Dolly Montoya Castaño, de la Universidad Nacional de Colombia:

Buenos días, Santo Padre. Soy Dolly Montoya Castaño, de la Universidad Nacional de Colombia. Traemos un mensaje en nuestro Grupo 2 de compromiso profundo por la defensa de nuestra casa común. Además, sabemos, Santo Padre, que vivimos en un mundo de crisis económica y social, donde la tecnología no siempre está al servicio del desarrollo de los más necesitados. Incluso con riesgos de derivación tecnocrática. Esto afecta también a las universidades en sus actividades de investigación y de producción de conocimiento.

Jorge Iván Vélez Jarocho, de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico:

Santo Padre, soy Jorge Iván Vélez Jarocho, de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Sin embargo, también creemos que las universidades pueden tener un papel fundamental en la búsqueda de alternativas frente a este modelo y trascender las funciones tradicionales a través de acciones concretas orientadas al bien común. Uno de los principales aportes que podemos realizar desde las universidades es contribuir a la formación de liderazgos que marquen caminos como usted muy bien ha sostenido en Laudato si’.

Pilar Barba Buscaglia, Vicerrectora de la Universidad de Chile:

Buenos días, Santo Padre. Mi nombre es Pilar Barba Buscaglia, Vicerrectora de la Universidad de Chile. Represento a Chile. En este sentido, Santo Padre, ¿cuál piensa usted que puede ser el mejor aporte desde una comunidad universitaria para la formación de estos liderazgos transformadores, pensando en la gestación de una tecnología al servicio de la vida, un modelo económico tendiente al desarrollo humano integral y sostenible, y por qué no pensar también en una cultura regenerativa? Muchas gracias.

Santo Padre:

La última cosa que dijo usted, señora, es cultura regenerativa, ¡me gustó! Ustedes saben que vienen de un mundo de una crisis económica donde no siempre está al servicio del desarrollo de los más necesitados. Yo diría a veces, o tantas veces, tantas veces, no está al servicio del desarrollo de todos y crea más necesitados. Es una cultura de la expropiación. Todos tenemos derecho al uso de la naturaleza, al dominio sobre la naturaleza para hacerla crecer y para usarla para nuestro bien. Es una cultura que expropia el uso sano y normal de la naturaleza a tanta gente. Si vemos, pensando lejos, en el sudeste asiático, por ejemplo, problemas de pueblos enteros que están totalmente marginados. Pueblos enteros que, para sobrevivir, a veces, van a buscar entre la basura lo que pueden. El descarte. Esto es una crisis económica que no integra, más bien separa y favorece un pequeño grupo y se mal usa la herencia común. Se la transforma en esclava. O sea, es un proceso que nos transforma de libres en esclavos, esclavos no de la tierra, no de la naturaleza, sino esclavos de cosas que no son humanas, como los excesos, o son enfermedades de la persona que terminan esclavizándote y no te dan la libertad y no te hacen crecer.

Y aquí hay un término que ustedes ponen: más necesitados. Yo diría, los descartados. O sea, una gran parte de la humanidad y una gran parte de la naturaleza son descartados para un uso de este tipo, para un uso de un pequeño grupo, para un uso de un desarrollo escéptico. A mí me preocupan algunas universidades que son de tipo cientificista abstracto; que no usan la realidad sino la ciencia, una ciencia abstracta, y entonces, te van encaminando sobre teorías economicistas, teorías sociales, todo es teoría, pero nunca aterrizan. Entonces, el chico o la chica que sale de esa universidad es un especialista en lavarse las manos, es decir, un especialista en no contaminarse, cuando en la vida: o te contaminás o no podés caminar en la vida. En eso tengan cuidado. Y los descartados, los desgastados, son hombres y mujeres, pueblos enteros que dejamos en el camino como basura. Esto tenemos que tomar conciencia, que la riqueza de la naturaleza la usamos solamente para pequeños grupos a través de teorías socioeconómicas que no integran la naturaleza, los descartados, los desgastados; es una palabra que me gustó oírla.

También creemos que tiene un papel fundamental la búsqueda de alternativas, y eso a mí me gusta. Por ejemplo, hace unos meses tuve que visitar hacia el centro de Italia una diócesis, y para llegar del aeropuerto a la diócesis, unos 20 kilómetros, una zona donde hay mucho viento, y me gustó ver la cantidad de molinos eléctricos de producción de electricidad. Bueno, están buscando alternativas en la electricidad. Acá —esta luz no, esta se la compramos a los franceses, pero—, en parte del Vaticano, como el Aula Pablo VI y toda aquella zona ya funciona con paneles solares. Tenemos que ser muy inventivos en estas cosas para proteger la naturaleza, porque evidentemente la electricidad se hace en base a usinas de carbón o a otros elementos, que siempre crean problemas en la misma naturaleza. Y los jóvenes que nosotros formamos tienen que salir líderes en este punto, convencidos. Uno dice, los jóvenes son todos convencidos, no. El joven tiene los mismos problemas que tenemos nosotros, tenemos que elegir entre la comodidad, entre lo que nos conviene y lo que es más armónico, y esa vocación interior que todos tenemos de llevar las cosas bien adelante, enseñando a los jóvenes a tomar esas decisiones, unas decisiones muy serias por caminos nuevos. Es decir, ustedes usaron una palabra, formar liderazgos que marquen caminos, como yo lo dije en Laudato si’.

La Laudato si’, mucha gente la usa, la cita, pero a veces no termina de funcionar. Me pareció que convenía, después de unos años, revisarla y poner lo que pasó desde el momento que fue promulgada hasta hoy. Así que, el día de san Francisco se publicará la Laudate Deum, que es simplemente un mirar lo que pasó y decir qué cosa hay que funcionar. Pero hay una cosa interesante que yo quise hacerla ahí: las COP. Yo recuerdo cuando fui a Estrasburgo, el Presidente Holland mandó a recibirme a la Ministro de la Cultura —creo que era—, Ségolène Royal, que era una fanática de todo esto y me dijo: “Me dijeron que usted está pensando hacer una cosa sobre el ambiente, Laudato si’”. Y sí llegó a un cierto nivel importante. Con humildad tenemos que decir, es verdad. “Por favor, publíquelo antes del encuentro de París.” Y vine acá y llamé a los científicos que estaban trabajando y los apuré un poco, después los teólogos que trabajaron sobre eso y me presentaron una serie de alternativas, un borrador, y la pude hacer y Laudato si’ salió antes de aquello. El encuentro de París llegó a un cierto nivel importante. Con humildad tenemos que decir que los demás encuentros sobre el ambiente no toman decisiones serias, y son un poco pour la galerie. El último de Glasgow que tenía que ir, no anduvo, ahora están preparando el otro. Bueno, todo eso lo digo en esta nueva Exhortación; califico un poco. Esto nos tiene que hacer caer en la cuenta de que tenemos que hacernos cargo del problema, o terminaremos mal.

Cuando salió Laudato si’ vinieron a verme un grupo de jefes de la industria del petróleo, diversas, eran americanos, y me dijeron que, si ellos ponían en marcha un proceso como el que estaba pidiendo Laudato si’, se iba a crear una segunda revolución industrial, incapaz de ser gestionada. Estaban asustados, no por la encíclica, sino por el problema. Miren, enfréntelo, o la revolución industrial ahora o el fin del universo dentro de 50 o 60 años. Por favor tomen decisiones serias. Y claro, estaban presionados por todo el movimiento de la producción, de la industria, cosas del capital. Por eso, es importante que ustedes formen liderazgos, que los jóvenes sean líderes. Hizo más lío, esta chica sueca, sobre este aspecto. Hizo mucho más lío ella que una reunión de científicos, porque con el estilo de mirar al futuro nos sopapeó a todos, ¿no? En eso, busquen estudiantes que sepan sopapear sobre esto. Enséñenles a sopapear, o sea, que nos pongan incómodos. Una juventud que nos vaya metiendo en el brete o cambiamos, pero es mi futuro no el tuyo, vos no querés cambiar, pero yo sí. Que sean protagonistas de esto, aunque, en la universidad nos creen desorden. Porque es verdad, un estudiante inquieto en la universidad crea un poco de lío, pero lo tienen que hacer, sino no viven la vida universitaria en serio, que es en este aspecto.

Y busquen favorecer —sobre todo en la facultad de ciencias económicas—, favorecer modelos económicos que tienden a un desarrollo integral de las personas, que no sean restrictivos. No es fácil, no es fácil hacer esto porque cuesta plata, porque no da mucha producción, pero da ganancias humanas e históricas hacia el futuro. O sea, creen modelos económicos viables y que hagan crecer los pueblos en una sanidad ecológica. Y después aquí ponen, hacen mención, a lo que sería un trabajo regenerativo, es verdad, la sociedad está enferma.

Sí, hoy día una universidad no sólo tiene que hablar de la enfermedad, sino que tiene que hablar de la medicina de la enfermedad. La universidad está enferma de estas cosas. Entonces, toca a las universidades ayudar a explicitar medicinas de esta enfermedad, sino la enfermedad nos va a comer a todos nosotros. Esto es un poco lo que se me ocurre al Grupo 2.

Emilce Cuda: Gracias.

Santo Padre: Si les parece, pasamos al Grupo 3.

Emilce Cuda: Grupo 3, por favor.

Grupo 3:

Johana Pasos, Vicerrectora de la Universidad Federal Santa Catarina:

Bom dia, Santo Padre. [Santo Padre: Bom dia!] Profesora Johana Pasos, Vicerrectora de la Universidad Federal Santa Catarina. Estimado Santo Padre, en las últimas décadas se han degradado las condiciones de vida tanto en aspectos ambientales como sociales, generando cultura del descarte, migraciones forzadas e incremento de la desigualdad. El trabajo ha perdido lugar como centro de la organización social afectando a las juventudes hasta exponerlas al desempleo, la violencia y los consumos problemáticos.

Juan Pablo Murra Lascurain, del Tecnológico de Monterrey, México:

Buenos días, Santo Padre. Juan Pablo Murra Lascurain, del Tecnológico de Monterrey en México. En nuestra América Latina la inquietud se hace evidente en la falta de acceso a los bienes básicos, afectando más severamente a mujeres, pueblos originarios, personas afrodescendientes y personas con capacidades diferentes. Esta situación responde a una injusta distribución internacional de la riqueza y un modelo extractivista con fuerte saldo de pasivos ambientales. El empobrecimiento también es cultural y se revierte desde un enfoque educativo centrado en la persona y en la formación de valores. Ahí docentes y trabajadores no docentes estamos llamados a ser protagonistas junto a las juventudes en un diálogo intergeneracional.

Carlos Greco, Rector de la Universidad Nacional San Martín de Argentina:

Buenos días, Santo Padre. Mi nombre es Carlos Greco. Soy el Rector de la Universidad Nacional San Martín, Argentina. ¿Cómo cree que se puede promover una formación universitaria que tenga como centro al estudiante y al aprendizaje a partir de valores humanistas y de diálogo fraterno? ¿Es posible propiciar la creación de una red de juventudes latinoamericanas que a través de la mejor política propongan soluciones al tiempo que organicen la esperanza?

Santo Padre:

Gracias. Una palabra se ha usado en la primera pregunta: degradado. Tenemos que hacernos cargo que estamos, como dice el tango, barranca abajo. Hay un proceso de degradación ambiental, podemos decirlo en general. Pero esto es verdad. Barranca abajo. Y degradación de condiciones de vida, degradación de valores que justifiquen esas condiciones de vida, porque van juntos, ¿no es cierto? Vos te ponés permisivo delante a opciones que degradan, y ahí nomás tenés que armar una ética que te permita vivir esa degradación, ¿no? Me gustó que usaran esta palabra. Degradado las condiciones de vida, degradado los valores, tanto en aspectos ambientales o sociales. Y este degrado qué crea, la cultura del descarte, ¿no es cierto? Pienso en la cantidad de gente en América Latina, en Asia, que vive de los descartes, que vive de los basurales. Es una imagen que quiere decir que son descartados. O sea, el descarte ha entrado como política mundial, no digo sólo en Latinoamericana, sino mundial. Se hacen opciones para un grupo, sin mencionarlo, pero, de hecho, son opciones que favorecen a un grupo y descartan a otro. Las opciones más universales son, no se usan.

Y aquí yo quisiera poner, me viene ahora a la cabeza, Juan Pablo II no atacó la economía de mercado. No la atacó. La corrigió. Ustedes me pueden decir, “bueno, no podemos ser comunistas de hoy a mañana”. No, la economía de mercado funciona, pero a condición de que sea social. Y Juan Pablo II empezó a hablar de economía social de mercado, justicia social de mercado. O sea, esa dimensión social tiene que entrar en todas las decisiones que hagamos en la parte de la economía.

Y eso, ¿qué hace aflorar? ¿Dónde está la dignidad más grande de los hombres, de la persona? En el trabajo. [Alguien puede decir:] “No, la dignidad es que son lindos, porque son capaces de hacer poesía”. Esas cosas nos ayudan, nos elevan, todo; pero lo que te da dignidad son tus manos. El trabajo. El trabajo dignifica. La vagancia te tira abajo. Y digo vagancia, no sólo por aquel que le gusta rascarse, sino a aquel que no puede trabajar.

Me contaba una señora, hace un par de años, una buena mujer, que estaba buscando trabajo, y había una línea aérea que pedía. Fue a la línea aérea y había una cola de mujeres, y cuando le tocó el turno le dijeron: “Mire señora, usted es una de las posibles —cuando vieron el antecedente—, tiene que ganar tanto —no recuerdo cuánto, pero era el sueldo mínimo de una empleada doméstica—, tiene que ganar tanto —como empleada—, y el trabajo son once horas por día”. Y ella le dijo, “Pero cómo, ¿once horas por día con este sueldo?”.  La respuesta fue: “Señora, si le gusta lo toma, sino mire la cola”.

Se llega a usar la dimensión laboral como una parte del engranaje prescindiendo de la dignidad de la persona, cuando lo que le da dignidad a la persona es el trabajo de sus manos. El poder crear, ser creativa en el trabajo. En este aspecto, una condición seria para evitar una filosofía, o una teoría económica o social, que favorezca el degrado, es la justicia social de mercado. En eso ustedes tienen que ser muy claros. La economía social de mercado. Sin justicia social no se puede pensar en un desarrollo de un país o de una persona.

Se habla de degrado, la primera; la segunda palabra que me impresionó del grupo es inequidad. Hay inequidad. Que se hace evidente en la falta de acceso a los bienes básicos. Y ahí entran todas esas visiones que sociológicamente, de facto, sin mencionarlas se hacen; mujeres, pueblos originarios, personas afrodescendientes, personas con capacidades diferentes. Y estos no tienen derecho a una decisión, a una política laboral como los “perfectos”, como decía aquel pícaro filósofo argentino: “los bien terminaditos”, “acá, nosotros formamos jóvenes, en nuestras universidades, bien terminaditos, los demás no tienen derecho”. Todos tienen derecho.

Cuando estuve en Asti el año pasado, como es de costumbre, hubo un almuerzo para las autoridades, para los invitados, y el buffet que preparó ese almuerzo —sean los cocineros, sean los mozos—, eran todos chicos discapacitados, todos, todos. Y lo hicieron con una profesionalidad impresionante. ¿Por qué? Porque a esas personas se les ocurrió formarlos para cocineros, para mozos de restaurantes, y han respondido, no los descartaron. O sea, por favor, enseñen a los alumnos que el descarte solamente es lícito cuando el primero en ser descartado es uno mismo, sino no es lícito. O te descartás vos primero, o no es lícito. Eso es una cuestión que no es de religión, eso no es de filosofía, es humano, para la convivencia humana.

También aquí se habla de injusta distribución internacional de la riqueza. A mí me pasó recibir a unas personas que, explotando a un pueblo sometido, llevaban un nivel de vida altísimo, venían a Europa, hablaban en los congresos, se hacían sentir.  Ese es el modelo extractivista no sólo de las cosas de la naturaleza sino de las personas. Cuando este modelo extractivista va adelante y entra en las personas, yo le extraigo a las personas la dignidad. Y esto sucede. Nunca un modelo extractivista geológico, por decir así, va solo. Siempre va acompañado del modelo extractivista humano. Se le extrae la dignidad a la persona. Son esclavos, dicho con otra palabra. Y eso por favor métanlo en la cabeza de los chicos: formación en valores, que sepan valorar estas situaciones y decir claramente: “Esto se llama esclavitud”.

¿Cómo se puede promover una formación universitaria con valores humanistas y diálogo fraterno? Aquí creo que tenemos que ayudar a nuestros alumnos y alumnas a que no tengan miedo a entrar en política. En un tiempo cuando yo era más joven —y acá hay un rector que en aquella época que le tocó pelear—, tenía que hacer aséptica la formación, o sea, la política no podía entrar. Y en las universidades a veces, los grupos políticos, “no, cuidado que son comunistas”. Y entonces, se les descartaba porque hacían lío. Entonces, cuál era la palabra mejor para descartarlos, “son comunistas”, punto. No olvidemos que la vocación más noble de la persona humana es la política, la política. Formar a nuestros jóvenes para que sean políticos, en el sentido más amplio de la palabra. No sólo para que actúen en un partido político, eso es un grupito, pero que tengan una apertura política y que sepan dialogar con los grupos políticos con madurez. La política no es una enfermedad. A mi juicio es la vocación más noble en una sociedad, porque es la que lleva adelante los procesos de desarrollo.

Enseñarles a los chicos y las chicas que lo político no es una cuestión de coyuntura de comité. Es algo mucho más grande, y que tienen que meterse en el desarrollo de esta postura política. Usted dice que sí, está de acuerdo. Es importante: formarlos en la política, que no es sólo con teorías políticas, sino que los chicos y las chicas se metan en esta dinámica de la polis, con los valores que ustedes les enseñan. Al meterse en una dinámica de una polis tiene que hacer una opción: o me aprovecho, o sirvo. Y es la primera opción política que hay que hacer: política para servir.

Creo que acá ya dije lo que se me ocurrió.

Grupo 4:

Emilce Cuda:  El Grupo 4.  Grupo 4.

Ricardo Marcelo Fonseca, Rector de la Universidad de Paraná, Brasil: [en portugués]

Santo Padre, buenos días. Las universidades pueden contribuir a la organización de la esperanza de nuestras comunidades si asumimos a atender las crisis culturales que se generan: desempleo y migraciones forzadas. Como alternativa a la migración forzada, proponemos una ciudadanía global que trascienda la nacionalidad, a partir de una identidad regional e intercultural arraigada en la esfera local, como ciudadanos de la casa común. Podemos extender puentes entre diferentes lenguajes, derrumbar los muros de las burocracias migratorias y poner fin a la discriminación. Yo soy Ricardo Marcelo Fonseca, Rector de la Universidad de Paraná, Brasil.

Francisco Herrera, Universidad Autónoma Nacional de Honduras:

Buenos días, Santo Padre. Mi nombre es Francisco Herrera, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Nuestro grupo, tomando en consideración esta crisis cultural asociada a la inmigración y desempleo, queremos saber su opinión sobre nuestra propuesta, que es fomentar la integralidad del conocimiento a través de un enfoque inter y transdisciplinario; creando nuevas carreras; articulando con el Estado y el sector productivo; identificando demandas y articulando propuestas de formación continua y permanente, no solamente para resolver el trabajo formal sino para reconocer otras actividades laborales. Consideramos que el desempleo y la inmigración son un atentado contra la cultura; considerando además que la cultura es lo que queda después de que uno olvida lo que aprende, y si no hay aprendizaje no habrá cultura.

Anselma Segovia Amarilla, Secretaria General, Universidad de la Paz, Paraguay:

Santo Padre, ¿cómo está? Anselma de la Universidad de la Paz de Ciudad del Este de Paraguay. Le vamos a hacer una consulta. Somos del Grupo 4. ¿Cómo podemos organizarnos, desde la comunidad universitaria latinoamericana y caribeña, para aportar a mejores políticas públicas por el trabajo digno y la libre elección del lugar donde vivir, incidiendo en el debate cultural, actualmente interferido por los medios de comunicación antidemocráticos? Gracias.

Santo Padre:

Tomo una expresión que me gustó que dijeron sobre la cultura: “La cultura es lo que queda después de que uno olvida lo que aprendió”. No olvidemos eso. La cultura es ese sustrato que queda después de que uno olvida lo que aprendió. Y sobre la cultura hay un desafío muy grande. No se puede formar gente aséptica. No se puede formar chicas y chicos universitarios de laboratorio. Hay que ayudarlos a interloquire con la cultura.

A la Iglesia se le presentó esto desde el principio, ya desde la Carta a Diogneto, primer siglo; que después se fue desarrollando esta realidad, en una expresión del siglo XX, que tomó mucha fuerza para la Iglesia: Evangelización de la cultura e inculturación del Evangelio. O sea, si vos no formás en la cultura, y si en tu formación la cultura no entra, la formación será de laboratorio. Esto no quiere decir que hay que llevar a los chicos a cantar samba, no, eso es parte de la cultura; sino que entiendan que, si no hay inserción cultural de la persona hacia los pueblos y de los pueblos hacia la persona, será siempre una profesión de laboratorio. Y creo que no nos podemos permitir dar título a universitarios de laboratorio. Que es un poquito lo que hacen algunas universidades de tipo cientificista, sobre todo económico, que enseñan todas las teorías económicas, pero la parte humana queda a un costado. Bueno, me repito cosas que dije antes.

La primera de las preguntas, “el desafío de atender la crisis cultural que genera desempleo y migraciones forzadas”. El problema migratorio en esta pregunta estaba muy fuerte porque fue repetido, y se habló de una burocracia migratoria. Aquí estamos sufriendo mucho con el negocio de los migrantes. Los barcones de migrantes que llegan a Lampedusa, que son pobre gente que ha pagado lo que no tenía para subir en un barcón que no siempre llega. En Libia hay verdaderos lagers de gente que quiere viajar. Yo me permito recomendarles un librito que se lee en una hora y media, es chiquito, sobre la parte migratoria. Se llama Hermanito, está en todas las librerías. Lo escribió un chico que vino de Ghana a España, tardó tres años y medio en llegar. Y en esos tres años y medio fue prisionero en los lagers líbicos, fue esclavizado, fue torturado, y cuenta cómo son torturados y esclavizados los demás. Las burocracias migratorias creen que con detener las migraciones se solucionan, y las migraciones, a veces, son la única salida que le queda a una persona para mirar adelante.

Una vez Angela Merkel dijo una cosa muy aguda, “la única manera para detener las migraciones africanas, es trabajar en África, para ayudar a que África se desarrolle”. O sea, que allí tengan la posibilidad. Es gente que viene buscando vida, que viene buscando posibilidades. Son cinco los países hoy en día en Europa que padecen de oleajes migratorios fuertes: Chipre, Grecia, Malta, Italia y España. Y hay cosas que duelen. Dejarlos morir en el mar, mandarlos de vuelta directamente cuando sabemos que van a terminar en un lager torturados y esclavizados. El drama migratorio hoy día en Europa es gravísimo. Es gravísimo. Y no se soluciona con una sociedad de socorro mutuo, no. Acá hay una cuestión humanística y hay una cosa de decisión política. Hay decisiones que son humanas y cristianas. Cuando vemos que en algunos territorios españoles de África para que no salten las redes te ponen las concertinas arriba que son navajas para que no puedan subir, se te revuelve el corazón, ¿no?

“Ciudadanos de la casa común” dicen ustedes en lo que hablaron. Que trascienda la nacionalidad. El problema migratorio es una de las cosas más graves que tienen que solucionar. Y eso les pido, que como honra a la humanidad que sufre, en sus universidades se trate este problema, pero con la densidad humana que tiene. Yo soy hijo de migrante. Mi papá trabajaba en Banca de Italia y en el ‘29 se fue a Argentina, con mis abuelos. Era la época en la que ibas a “hacer la América”, donde llegabas y conseguías trabajo enseguida, la gran época migratoria desde 1800 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, porque había una esperanza en América —sea en Brasil como en Argentina—, que eran los dos puestos migratorios de aquella época más fuerte. Hoy día eso no se da, al menos en las migraciones que vienen a Europa. Y, por otro lado, Europa tiene necesidad de gente. En España, por ejemplo, hay pueblos vacíos con 15 o 20 viejitos, pero hace falta gente. Solamente como resumen les digo esto: al migrante hay que recibirlo, acompañarlo, promoverlo e integrarlo. Si no llegamos a integrar al migrante, fracasamos. Por ejemplo, no sé si se acuerdan ustedes el atentado a Zaventem, el aeropuerto belga de hace cuatro años, los chicos eran belgas, pero vivían en un barrio de migrantes no integrado. En esto por ejemplo tenemos los latinoamericanos, sobre todo del sur, brasileros, chilenos, uruguayos, argentinos, la experiencia de la política sueca en los años de las dictaduras militares de nuestros pueblos. Los suecos apenas llegaban, los ubicaban y al día siguiente a la escuela, les daban unos pesos encima, y a aprender el idioma. Después le conseguían un trabajo, después una casa y andaban adelante. Una capacidad de integrar tenían los suecos con esta política, ¿no? Yo conozco tantos argentinos que siguen viviendo en Suecia, hijos de los que se escaparon de las dictaduras. Me acuerdo cuando estuve allí, me vino a despedir en nombre del Primer Ministro, una ministra —creo que era de la Cultura—, jovencita, tenía 40 años, pero no era rubia, como todos los suecos, era morochita, no negra pero morochita, y yo le expresé al traductor, y dijo: “Sí, es hija de un migrante africano con una sueca”. O sea, que un migrante fue tan bien tratado que su hija puede llegar a Ministro. Para mí eso, la política sueca de aquella época, era genial. Evidentemente que ahora no la sigue, porque ya no necesitan migración, en aquella época necesitaban, entonces se frenó un poco ahí.

Bueno, todo esto lo quiero decir con los migrantes porque yo lo llevo muy en el corazón el problema de los migrantes. Es criminal lo que se hace hoy día, acá en Europa, de mandarlos de vuelta. Es criminal. Y no quiero usar eufemismos. Digo la palabra como es. Les recomiendo que lean el libro Hermanito, y les va a decir todo lo que yo no les digo ahora porque ahora no tengo tiempo. Así que, en esto sean ciudadanos de la casa común, de todos. Y, preparen también a los chicos y a las chicas para que —esto sale de migraciones— no hagan la excepción de personas: “Este es un negrito, este es así, este es un morocho, este no va”, no.  Todos los que están en el país, todos, todos son dignos de estar en una universidad con los mismos valores unos de otros. Por favor, eviten estas discriminaciones que, si las dejamos crecer en la universidad, después terminan mal. Yo veo a veces resúmenes de candidatos presidenciales de los diversos países de América, las propuestas que hacen, y me agarro la cabeza con este tema discriminatorio.

Se habló también de un enfoque inter y transdisciplinario. Es importante esto.  Esto significa que tienen que ser creativos ante los desafíos; tener una creatividad grande ante los desafíos. Es evidente que cuando uno es creativo se puede equivocar, porque uno crea una cosa, la pone en marcha y después no funcionó. Mejor equivocarse con eso, que no equivocarse con la inercia, porque la inercia te momifica el pensamiento. El pensamiento tiene que estar activo con las diversas cuestiones que lo hacen mover, ¿no? Y la universidad tiene mucho que ver con las políticas, políticas públicas, en favor del trabajo digno y de la libre elección del lugar donde vivir.

Bueno, con estas cosas que ustedes plantean se dan cuenta que la misión de la universidad no es solamente aprender cosas. Ustedes tienen que formar a los chicos y a las chicas en los tres lenguajes humanos: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos. De tal manera que aprendan a pensar lo que sienten y lo que hacen, a sentir lo que hacen y lo que piensan, y a hacer lo que sienten y lo que piensan. En la armonía de los tres lenguajes, si ustedes solamente les forman la cabeza, no van a formar profesionales sino macrocéfalos, que no son humanos. Los tres lenguajes juntos y en armonía de los tres. Creo que este es un desafío de formación que trasciende cualquier desafío de erudición. Y aquí hagan bien la distinción: mi universidad forma, no crea eruditos. La erudición es parte de un camino de formación, pero sola, te produce momias, no personas. Me gustó aquello: “darles una cultura que uno después no olvide lo que aprendió”, esa frase —creo que dijo uno de ustedes—, sintetiza todo esto que me salió de adentro, creativos ante la realidad y los desafíos, formadores y no solo informadores.

Bueno, yo les agradezco por lo que hacen. Gracias.

 



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