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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA SEÑORA ANTJE JACKELÉN, ARZOBISPO DE UPPSALA,
Y A UNA DELEGACIÓN DE LA IGLESIA EVANGÉLICA LUTERANA DE SUECIA

Lunes 4 de mayo de 2015

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Estimada señora Jackelén, estimada hermana,
queridos amigos:

Os saludo cordialmente y agradezco todas las palabras amables que me habéis dirigido. Con gratitud hacia Dios, el año pasado celebramos el 50º aniversario del decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II Unitatis redintegratio, que representa aún el punto de referencia fundamental para el compromiso ecuménico de la Iglesia católica. Con este documento se evidenció que ya no se puede prescindir del ecumenismo. Este invita a todos los fieles católicos a emprender, reconociendo los signos de los tiempos, el camino de la unidad para superar la división entre cristianos, que no sólo se opone abiertamente a la voluntad de Cristo sino que es también escándalo para el mundo y daña la más santa de las causas: la predicación del Evangelio a toda criatura.

Al hablar de la túnica inconsútil de Cristo (n. 13), el decreto expresa un profundo respeto y aprecio hacia los hermanos y hermanas separados a quienes en la coexistencia cotidiana se corre el riesgo de dirigir escasa consideración. En realidad, estos no tienen que ser percibidos como adversarios o contrincantes, sino reconocidos como lo que son: hermanos y hermanas en la fe. Católicos y luteranos tienen que buscar y promover la unidad en las diócesis, parroquias y comunidades en todo el mundo. En el camino hacia la plena y visible unidad en la fe, en la vida sacramental y en el misterio eclesial queda aún mucho trabajo por hacer; pero podemos estar seguros de que el Espíritu Paráclito será siempre luz y fuerza para el ecumenismo espiritual y el diálogo teológico.

Con placer quisiera recordar también el reciente documento titulado «Del conflicto a la comunión. Conmemoración común luterano-católica de la reforma en 2017», publicado por la Comisión luterano-católica para la unidad. Deseamos de corazón que tal iniciativa aliente la realización, con la ayuda de Dios y nuestra colaboración con Él y entre nosotros, de ulteriores pasos en el camino de la unidad.

La llamada a la unidad en el seguimiento de Nuestro Señor Jesucristo conlleva también una impelente exhortación al compromiso común en el plano caritativo, a favor de todos los que en el mundo sufren a causa de la miseria y la violencia, y tienen necesidad de modo especial de nuestra misericordia; especialmente el testimonio de nuestros hermanos y hermanas perseguidos nos empuja a crecer en la comunión fraterna. De urgente actualidad es también la cuestión de la dignidad de la vida humana, que siempre se debe respetar, como también lo son los temas referentes a la familia, el matrimonio y la sexualidad que no pueden silenciarse o ignorarse por temor a poner en peligro el consenso ecuménico ya alcanzado. Sería un pecado si en estas importantes cuestiones se consolidaran nuevas diferencias confesionales.

Queridos amigos, gracias nuevamente por vuestra visita. Con la esperanza de que se fortalezca la colaboración entre luteranos y católicos, rezo al Señor para que bendiga abundantemente a cada uno de vosotros y a vuestras comunidades.

Querría además agradecer dos cosas. Ante todo, dar las gracias a la Iglesia luterana sueca por la acogida de muchos inmigrantes sudamericanos en los tiempos de las dictaduras. Hospitalidad fraterna que hizo crecer las familias. Y en segundo lugar, quiero agradecer la delicadeza que usted, querida hermana, tuvo al mencionar a mi gran amigo, el pastor Anders Root: con él compartí la cátedra de teología espiritual y me ayudó mucho en la vida espiritual. Thank you.

 



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