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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE GHANA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

Martes 23 de septiembre de 2014

 

Queridos hermanos obispos:

Os doy mi bienvenida fraterna, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. Quiera Dios que vuestra peregrinación a las tumbas de san Pedro y san Pablo os confirme en la fe y en la entrega a vuestro ministerio, y fortalezca los vínculos de comunión entre la Iglesia en Ghana y la Sede de Pedro. Doy las gracias al obispo Osei-Bonsu por haber expresado el amor y la devoción de vuestros sacerdotes, religiosos y laicos y, de hecho, de todo el pueblo ghanés. Os pido que les aseguréis mi recuerdo constante en mis oraciones.

Ghana ha sido bendecido con una población que expresa con naturalidad y facilidad su fe en Dios y trata de honrarlo en la variedad de las tradiciones religiosas presentes en vuestro país. Como pastores de la Iglesia instituida por el Señor para que sea faro de las naciones, ofrecéis a vuestro país a Jesucristo, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6). Lo hacéis dando testimonio de la fuerza transformadora de su gracia, predicando la buena nueva, celebrando los sacramentos y guiando con humildad y entrega al pueblo de Dios. De este modo, la comunidad católica en Ghana, fiel al mandamiento del Señor y bajo vuestra guía, enriquece a la sociedad proclamando la dignidad de toda persona humana y promoviendo su pleno desarrollo. En efecto, sólo en Jesucristo, crucificado y resucitado, se puede ver la plenitud de nuestra dignidad y de nuestro destino y, por tanto, abrazarla.

El Sínodo para África de 2009, entre sus principales preocupaciones, destacó la necesidad de que los pastores de la Iglesia traten de «grabar en el corazón de los africanos discípulos de Cristo la voluntad de comprometerse efectivamente de vivir el Evangelio en su existencia. (…) Cristo llama constantemente a la metánoia, a la conversión» (Africae munus, 32). Queridos hermanos, esto exige, en primer lugar, nuestra conversión diaria, para que todos nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones estén inspirados y guiados por la palabra de Dios. Debemos ser hombres profundamente transformados por la gracia de ser cada vez más verdaderos hijos del Padre, hermanos del Hijo y padres de la comunidad guiada por el Espíritu Santo. Solo entonces podremos dar un testimonio creíble de la «extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes» (Ef 1, 19), viviendo con santidad, en unidad y en paz. De la gracia de Cristo experimentada en nuestro corazón convertido nace la fuerza espiritual que nos ayuda a promover la virtud y la santidad en nuestros sacerdotes, en los religiosos, en las religiosas y en los laicos.

La obra de conversión y de evangelización no es fácil, pero da frutos valiosos para la Iglesia y para el mundo. De la vitalidad espiritual de todos los fieles brotan las numerosas actividades caritativas, médicas y educativas de la Iglesia, así como sus obras de justicia y de igualdad. Los diversos servicios, prestados en nombre de Dios, especialmente en favor de los pobres y los débiles, son responsabilidad de toda la Iglesia local, bajo la supervisión orante de los obispos. De modo particular, pienso en la importancia del apostolado de la salud de la Iglesia, no sólo en Ghana sino en toda África occidental, que actualmente está sufriendo por la epidemia del ébola. Rezo por el descanso del alma de todos los que murieron por esta epidemia, entre los cuales también hay sacerdotes, religiosos y religiosas, así como agentes sanitarios que contrajeron esta terrible enfermedad mientras cuidaban a los enfermos. ¡Que Dios fortalezca a todos los agentes sanitarios y ponga fin a esta tragedia!

De manera particular, os pido que estéis cerca de vuestros sacerdotes, apoyándolos como padres, aliviando su peso y guiándolos con ternura. Os pido que les transmitáis mi sincera gratitud por su sacrificio diario, a ellos y a todos los religiosos y las religiosas de Ghana, de quienes depende mucho el trabajo necesario de evangelización. Pido al Señor que los bendiga constantemente con entrega, celo y fidelidad.

Queridos hermanos, la iglesia en Ghana es respetada con razón por la contribución que da al desarrollo integral de las personas y de toda la nación. Al mismo tiempo, a menudo se encuentra privada de los recursos materiales necesarios para cumplir su misión en el mundo. Al respecto, deseo hacer dos reflexiones. Ante todo, es imprescindible que cualquier medio temporal que la Iglesia tenga a disposición siga siendo administrado con honradez y responsabilidad para dar un buen testimonio, especialmente allí donde la corrupción ha obstaculizado el justo progreso de la sociedad. Ciertamente, el Señor no dejará de bendecir y multiplicar las obras de quienes son fieles a él. En segundo lugar, la pobreza material puede ser una ocasión para prestar mayor atención a las necesidades espirituales de la persona humana (cf. Mt 5, 3), llevando, pues, a una confianza más profunda en el Señor, de quien provienen todas las cosas buenas. Mientras vuestras comunidades realizan justamente muchos esfuerzos para aliviar la pobreza extrema, también la Iglesia, a ejemplo de Cristo, está llamada a trabajar con humildad y honradez, usando los bienes a su disposición para abrir las mentes y los corazones a las riquezas de la misericordia y de la gracia, que brotan del Corazón de Cristo.

Rezo también por vuestros catequistas laicos, sin los cuales la obra de evangelización sería muy reducida en Ghana. Os animo a mejorar y ampliar la educación y la preparación que se les ofrece, para que su esfuerzo pueda dar resultados concretos y duraderos. Han pasado casi tres años desde que el Papa Benedicto XVI exhortó a los obispos y a los sacerdotes de todo el continente africano a «cuidar de la formación humana, intelectual, doctrinal, moral, espiritual y pastoral de los catequistas» (Africae munus, 126). Así pues, es oportuno preguntarse si, y en qué medida, hemos respondido a la invitación de alentar y formar a la próxima generación de hombres y mujeres que transmitirán la fe y edificarán conforme a la herencia de nuestros antepasados. La solicitud por los catequistas también exige, por una cuestión de justicia natural, atención a la ayuda material y a la recompensa necesaria para que puedan desarrollar su tarea.

Por último, queridos hermanos, como san Pablo, deseo que vayáis a las ciudades y a los campos, a los mercados y a las calles, dando testimonio de Cristo y mostrando a todos su amor y su misericordia. Estad cerca de los demás líderes cristianos y de los jefes de otras comunidades religiosas. La cooperación ecuménica e interreligiosa, cuando se realiza con respeto y corazón abierto, contribuye a la armonía social de vuestro país y permite que aumente la comprensión de la dignidad de cada persona y una mayor experiencia de vuestra humanidad común. Por suerte, Ghana pudo evitar muchas de las divisiones tribales, étnicas y religiosas que han afectado a tantas otras partes de África, continente cuya promesa, en parte a causa de estas divisiones, todavía debe cumplirse. Rezo para que seáis promotores cada vez más grandes de unidad y líderes en el servicio al diálogo. Sed firmes en apoyar la enseñanza y la disciplina de la Iglesia, e íntegros en vuestra caridad. Y que vuestra generosidad al ofrecer a Cristo sea igual a vuestra apertura humilde y paciente a los demás.

Con estas reflexiones, queridos hermanos obispos, os encomiendo a todos vosotros a la intercesión de María, Madre del Verbo de Dios y Nuestra Señora de África, y con gran afecto os imparto mi bendición apostólica, que extiendo de buen grado a todos los amados sacerdotes, religiosos y fieles laicos de vuestro país.

 


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