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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA FRATERNIDAD CATÓLICA
DE LAS COMUNIDADES Y ASOCIACIONES CARISMÁTICAS DE ALIANZA

Aula Pablo VI
Viernes 31 de octubre de 2014

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Queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos!

Os agradezco vuestra acogida y os saludo a todos con afecto. Sé que la Catholic Fraternity ya tuvo el encuentro con el ejecutivo y el consejo, y que esta tarde comenzaréis la xvi Conferencia internacional con el querido padre Raniero.

Habéis tenido la amabilidad de enviarme el programa, y veo que cada encuentro inicia con el discurso que dirigí a la Renovación Carismática con ocasión del encuentro en el estadio olímpico el pasado mes de junio.

Ante todo, quiero felicitaros porque habéis comenzado lo que en aquel momento era un deseo. Desde hace casi dos meses la Catholic Fraternity y el iccrs comenzaron a trabajar compartiendo la misma oficina en el palacio san Calixto, dentro del «Arca de Noé». Soy consciente de que no debe haber sido fácil tomar esta decisión, y os agradezco de corazón este testimonio de unidad, esta corriente de Gracia que estáis dando a todo el mundo.

Quiero profundizar algunos temas que considero importantes.

Unidad en la diversidad. La uniformidad no es católica, no es cristiana. La unidad en la diversidad. La unidad católica es diversa, pero es una. ¡Es curioso! El mismo que hace la diversidad, es el mismo que después hace la unidad: el Espíritu Santo. Hace las dos cosas: unidad en la diversidad. La unidad no es uniformidad, no es hacer obligatoriamente todo junto, ni pensar del mismo modo, ni mucho menos perder la identidad. La unidad en la diversidad es precisamente lo contrario, es reconocer y aceptar con alegría los diferentes dones que el Espíritu Santo da a cada uno, y ponerlos al servicio de todos en la Iglesia.

Hoy, en el pasaje del Evangelio que hemos leído en la misa, estaba esta uniformidad de esos hombres apegados a la letra: «No se debe hacer así…», hasta tal punto que el Señor tuvo que preguntar: «Dime, ¿se puede hacer el bien el sábado, o no?». Este es el peligro de la uniformidad. La unidad es saber escuchar, aceptar las diferencias, tener la libertad de pensar diversamente, y manifestarlo. Con todo respeto hacia el otro, que es mi hermano. ¡No tengáis miedo de las diferencias! Como dije en la exhortación Evangelii gaudium: «El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre unos y otros. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad» (n. 236) pero construyen la unidad.

Vi en el opúsculo, en el que están los nombres de las Comunidades, que la frase que habéis elegido para poner al comienzo es la que dice: «…compartir con todos en la Iglesia el Bautismo en el Espíritu Santo». La Iglesia tiene necesidad del Espíritu Santo, ¡faltaría más! Todo cristiano, en su vida, tiene necesidad de abrir su corazón a la acción santificadora del Espíritu Santo. El Espíritu, prometido por el Padre, es aquel que nos revela a Jesucristo, que nos da la posibilidad de decir: Jesús. Sin el Espíritu, no podríamos decirlo. Él revela a Jesucristo, nos conduce al encuentro personal con Él, y así cambia nuestra vida. Una pregunta: ¿Vivís esta experiencia? ¡Compartidla! Y para compartirla, es necesario vivirla, ser testigos de esto.

El tema que habéis elegido para el Congreso es «Alabanza y adoración para una nueva evangelización». De esto hablará el padre Raniero, maestro de oración. La alabanza es la inspiración que nos da vida, porque es la intimidad con Dios, que aumenta con la alabanza cada día. Hace tiempo escuché este ejemplo, que me parece muy apropiado: la respiración para el ser humano. La respiración está constituida por dos fases: inspirar, es decir, introducir aire, y espirar, dejarlo salir. La vida espiritual se alimenta, se nutre de la oración y se manifiesta en la misión: inspiración, la oración y espiración. Cuando inspiramos, en la oración, recibimos el aire nuevo del Espíritu, y, al espirarlo, anunciamos a Jesucristo, suscitado por el mismo Espíritu.

Nadie puede vivir sin respirar. Lo mismo es para el cristiano: sin la alabanza y sin la misión, no vive como cristiano. Y con la alabanza, la adoración. Se habla de adorar, se habla poco. «¿Qué se hace en la oración?». «Pido cosas a Dios, doy gracias, se intercede…». La adoración, adorar a Dios. Esto es parte de la respiración: la alabanza y la adoración.

La Renovación Carismática recordó a la Iglesia la necesidad y la importancia de la oración de alabanza. Cuando se habla de oración de alabanza en la Iglesia vienen a la memoria los carismáticos. Cuando hablé de la oración de alabanza durante una misa en Santa Marta, dije que no es sólo la oración de los carismáticos, sino de toda la Iglesia. Es el reconocimiento del señorío de Dios sobre nosotros y sobre toda la creación, expresado en la danza, en la música y en el canto.

Ahora quiero retomar algunos pasajes significativos de aquella homilía: «La oración de alabanza es una oración cristiana, para todos nosotros. En la misa, todos los días, cuando cantamos repitiendo “Santo, Santo, Santo...”, esta es una oración de alabanza, alabamos a Dios por su grandeza, porque es grande. Y le decimos cosas hermosas, porque a nosotros nos gusta que sea así... La oración de alabanza nos hace fecundos. Sara bailaba en el momento grande de su fecundidad, a los noventa años. La fecundidad alaba al Señor. El hombre o la mujer que alaba al Señor, que reza alabando al Señor —y cuando lo hace es feliz de decirlo—, y goza cuando canta el Sanctus en la misa, es un hombre o una mujer fecundos. Pensemos cuán hermoso es hacer oraciones de alabanza. Esta debe ser nuestra oración de alabanza, y, cuando la elevamos al Señor, debemos decir a nuestro corazón: “Levántate corazón, porque estás ante el rey de la gloria”» (Misa en Santa Marta, 28 de enero de 2014).

Junto con la oración de alabanza, la oración de intercesión es hoy un clamor al Padre por nuestros hermanos cristianos perseguidos y asesinados, y por la paz en nuestro mundo conmocionado.

Alabad siempre al Señor, no dejéis de hacerlo, alabadlo cada vez más, incesantemente. Me hablaron de grupos de oración de la Renovación Carismática que rezan juntos el rosario. La oración a la Virgen no debe faltar jamás, ¡jamás! Pero cuando os reunáis, alabad al Señor.

Veo entre vosotros a un querido amigo, el pastor Giovanni Traettino, a quien visité hace poco. Catholic Fraternity: No olvides tus orígenes, no olvides que la Renovación Carismática es, por su misma naturaleza, ecuménica. Sobre este tema el beato Pablo vi, en su magnífica y actualísima exhortación sobre la evangelización, dice: «…la fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas. ¿No estará quizás ahí hoy uno de los grandes males de la evangelización? El testamento espiritual del Señor nos dice que la unidad entre sus seguidores no es solamente la prueba de que somos suyos, sino también la prueba de que Él es el enviado del Padre, criterio de credibilidad de los cristianos y del mismo Cristo. Sí, la suerte de la evangelización está ciertamente vinculada al testimonio de unidad dado por la Iglesia. He aquí una fuente de responsabilidad, pero también de consuelo» (Evangelii nuntiandi, 77). Hasta aquí, el beato Pablo VI.

Ecumenismo espiritual, rezar juntos y anunciar juntos que Jesús es el Señor, y obrar juntos en ayuda de los pobres, en todas sus pobrezas. Esto se debe hacer, y no olvidar que hoy la sangre de Jesús, derramada por sus numerosos mártires cristianos en diversas partes del mundo, nos interpela y nos impulsa a la unidad. Para los perseguidores, nosotros no estamos divididos, no somos luteranos, ortodoxos, evangélicos, católicos... ¡No! ¡Somos uno! Para los perseguidores, somos cristianos. No les interesa otra cosa. Es el ecumenismo de la sangre que se vive hoy.

Recordadlo: buscad la unidad, que es obra del Espíritu Santo, y no temáis la diversidad. La respiración del cristiano, que deja entrar el aire siempre nuevo del Espíritu Santo y lo espira al mundo. Oración de alabanza y misión. Compartid el bautismo en el Espíritu Santo con todos en la Iglesia. Ecumenismo espiritual y ecumenismo de la sangre. La unidad del Cuerpo de Cristo. Preparad a la Esposa para el Esposo que viene. Una sola Esposa. Todos (cf. Ap 22, 17).

Por último, una mención especial, además de mi agradecimiento, para todos estos jóvenes músicos que vienen del norte de Brasil y que han tocado al inicio; espero que sigan tocando un poco más. Me han recibido con mucho afecto con el canto «Vive Jesús, el Señor». Sé que han preparado algo más, y os invito a todos a escucharlos antes de saludarnos. Gracias.

 



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