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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A SU GRACIA JUSTIN WELBY,
ARZOBISPO DE CANTERBURY

Lunes 16 de junio de 2014

 

Vuestra Gracia,
señor cardenal Nichols,
señor cardenal Koch,
queridos hermanos y hermanas:

«Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos» (Sal 133, 1). Una vez más, Vuestra Gracia, nos encontramos como compañeros de viaje que siguen al Señor, colaboradores en su viña, peregrinos en el camino hacia su Reino. Al darle la bienvenida cordial a usted y a los distinguidos miembros de su delegación, ruego al Señor que este encuentro contribuya a consolidar nuestros vínculos de amistad y a fortalecer nuestro compromiso por la gran causa de la reconciliación y de la comunión entre los creyentes en Cristo.

También a nosotros el Señor parece preguntarnos: «¿De qué discutíais por el camino?» (Mc 9, 33). Cuando Jesús hizo esta pregunta a sus discípulos, ellos permanecieron en silencio porque sentían vergüenza, habiendo discutido entre sí quién era el mayor. También nosotros nos sentimos confundidos por la distancia que existe entre la llamada del Señor y nuestra pobre respuesta. Ante su mirada misericordiosa no podemos fingir que nuestra división no es un escándalo, un obstáculo para el anuncio del evangelio de la salvación al mundo. Nuestra vista está ofuscada a menudo por el peso causado por la historia de nuestras divisiones, y nuestra voluntad no siempre está libre de la ambición humana que a veces acompaña incluso a nuestro deseo de anunciar el Evangelio según el mandamiento del Señor (cf. Mt 28, 19).

La meta de la plena unidad puede parecer un objetivo lejano, pero sigue siendo la meta hacia la que debemos orientar cada paso del camino ecuménico que estamos recorriendo juntos. Me anima la sabia exhortación del decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, que nos llama a llevar adelante nuestras relaciones y nuestra colaboración sin obstaculizar los caminos de la Providencia y sin causar daño a las futuras inspiraciones del Espíritu Santo (cf. Unitatis redintegratio, 24). Nuestro progreso hacia la plena comunión no será simplemente el resultado de nuestras acciones humanas, sino libre don de Dios. El Espíritu Santo nos da la fuerza para no descorazonarnos y nos invita a fiarnos con plena confianza de su poderosa acción.

Como discípulos que se esfuerzan por seguir al Señor, sabemos que la fe nos ha llegado a través de muchos testigos. Somos deudores de los grandes santos, de los maestros y de las comunidades que nos han transmitido la fe a lo largo de los siglos y que nos confirman nuestras raíces comunes. Ayer, solemnidad de la santísima Trinidad, Vuestra Gracia celebró las Vísperas en la iglesia de San Gregorio en el Celio, desde la cual el Papa Gregorio Magno envió al monje Agustín y a sus compañeros a evangelizar a los pueblos de Inglaterra, dando origen a una historia de fe y santidad de la que luego se beneficiarían muchos otros pueblos europeos. Un camino glorioso, del que perdura una profunda huella en instituciones y tradiciones eclesiales que compartimos y que constituyen un fundamento sólido para nuestra fraternidad.

Con estas bases, miramos con confianza al futuro. La «Comisión internacional anglicano-católica» y la «Comisión internacional anglicano-católica para la unidad y la misión» constituyen ámbitos particularmente significativos para examinar, con espíritu constructivo, los antiguos y nuevos desafíos del compromiso ecuménico.

Cuando nos encontramos por primera vez, Vuestra Gracia, hablamos de las preocupaciones comunes y de nuestro dolor ante los males que afligen a la familia humana. En particular, expresamos el mismo horror ante la plaga del tráfico de seres humanos y las diversas formas de esclavitud moderna. Agradezco a Vuestra Gracia el compromiso que demuestra al oponerse a tan intolerable crimen contra la dignidad humana. En este vasto campo de acción, que se presenta con toda su urgencia, se han comenzado significativas actividades de cooperación, tanto en campo ecuménico como con autoridades civiles y organizaciones internacionales. Muchas son las iniciativas caritativas nacidas en nuestras comunidades y realizadas con generosidad y valentía en varias partes del mundo. Pienso, en particular, en la red de acción contra la trata de mujeres creada por numerosos institutos religiosos femeninos. Nos comprometemos a perseverar en la lucha contra las nuevas formas de esclavitud, confiando poder contribuir a dar alivio a las víctimas y a contrastar este trágico comercio. Como discípulos enviados a sanar al mundo herido, doy gracias a Dios porque nos ha hecho capaces de hacer frente común contra esta gravísima plaga, con perseverancia y determinación.

Don´t forget the three «p». [Welby: Three «p»?...]. Prayer, peace and poverty. We must walk together. [Welby: We must walk together].

[No olvide las tres «p». Plegaria, paz y pobreza. Debemos caminar juntos].

Vuestra Gracia, le agradezco una vez más su visita. Pido al Señor que bendiga abundantemente su ministerio, sosteniéndolo a usted y a sus seres queridos en la alegría y en la paz. Amén.



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