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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA SESIÓN CONCLUSIVA DE LA FASE DIOCESANA
DEL PROCESO DE BEATIFICACIÓN DEL SIERVO DE DIOS
CARDENAL FRANÇOIS XAVIER NGUYEN VAN THUAN

Sala Clementina
Sábado 6 de julio de 2013

Venerados hermanos,
queridos hermanos y hermanas:

Me complace encontraros y os doy mi cordial bienvenida. Saludo con afecto al cardenal Peter Turkson, y agradezco sus palabras. Saludo al cardenal Law y os saludo a todos vosotros, que habéis venido de muchas partes del mundo con ocasión de la conclusión de la fase diocesana de la causa del siervo de Dios el cardenal Francisco Javier Nguyên Van Thuân.

Queridos amigos, ¡vuestra alegría es también la mía! ¡Demos gracias a Dios!

Y agradecemos también a todos aquellos que se ocuparon de este servicio que es para la gloria de Dios y su Reino: el postulador de la causa, doctor Waldery Hilgeman, y sus colaboradores, el Tribunal diocesano y la Oficina competente del vicariato, la Comisión histórica, y el mismo Consejo pontificio Justicia y paz, donde el recuerdo del cardenal Van Thuân, testigo de la esperanza, está siempre vivo y es más que un recuerdo, es una presencia espiritual que continúa trayendo su bendición.

En efecto, son muchas las personas que pueden testimoniar el hecho de haber sido edificadas por el encuentro con el siervo de Dios Francisco Javier Nguyên Van Thuân, en los diversos momentos de su vida. La experiencia demuestra que su fama de santidad se difundió precisamente a través del testimonio de muchas personas que le encontraron y conservan en el corazón su sonrisa apacible y su grandeza de ánimo.

Muchos le conocieron también a través de sus escritos, sencillos y profundos, que muestran su espíritu sacerdotal, profundamente unido a Aquel que le había llamado a ser ministro de su misericordia y de su amor.

Muchas personas han escrito refiriendo gracias y signos atribuidos a la intercesión del siervo de Dios el cardenal Van Thuân. Damos gracias al Señor por este venerado hermano, hijo de Oriente, que concluyó su camino terreno al servicio del sucesor de san Pedro.

Confiamos a la intercesión de la Virgen María la prosecución de esta causa, como también de todas las demás que actualmente están en curso. Que la Virgen nos ayude a vivir cada vez más en nuestra vida la belleza y la alegría de la comunión con Cristo.

A todos vosotros y a vuestros seres queridos imparto de corazón mi bendición. Gracias.

 



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