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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Los tres dones de Dios

Lunes, 6 de noviembre de 2017

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 45, viernes 10 de noviembre de 2017

 

Es dejándose «misericordiar» por Dios como se pueden hacer propios sus «dones irrevocables: la elección, la promesa y la alianza». Lo afirmó el Papa, confiando que ve, de forma particular, estas tres realidades «cada vez que vienen a mí novios para que les bendiga los anillos: la elección —se eligen mutuamente—, la promesa de llevar la vida adelante juntos y la alianza». Y precisamente «por esto el matrimonio está entre las figuras más perfectas del don de Dios». Este es el hilo conductor de la meditación que Francisco, invitando a todos a un examen de conciencia, propuso el lunes por la mañana, 6 de noviembre durante la misa celebrada en Santa Marta.

«En este pasaje de la carta a los Romanos —hizo notar enseguida el Pontífice haciendo referencia al episodio (11, 29-36) propuesto por la liturgia— Pablo está terminando su reflexión sobre la elección de Dios a los israelitas y sobre la elección a los gentiles: es toda una argumentación teológica que Pablo debe hacer para convencer que los dos son elegidos, han sido elegidos». Y «termina con esta frase, fuerte: “los dones y la vocación de Dios son irrevocables». Como diciendo «cuando Dios da un don, este don es irrevocable: no lo da hoy y lo quita mañana» y «cuando Dios llama, esta llamada permanece toda la vida».

«Han sido tres en la historia de la salvación —explicó el Pontífice— los dones, las llamadas de Dios a su pueblo: la elección, la promesa y la alianza, es decir el don de la elección, el don de la promesa y el don de la alianza».

«El Pueblo de Dios es un pueblo elegido» afirmó Francisco, recordando que «es precisamente el Señor quien elije a Abraham —el primer elegido— y lo lleva adelante con una promesa y hace con él y con sus sucesores una alianza». Y «es precisamente el Señor quien continúa subrayando, reforzando la elección». De hecho, prosiguió el Papa, «en el ciclo de Abraham, en el Génesis, cuántas veces el Señor dice: “sí, yo te he elegido”, y cuántas veces subraya y repite la promesa: “yo te daré un hijo, pero no este, otro” —“¿Pero a los noventa años?”— “¡A los noventa años!”».

Esta es «la promesa», hizo presente Francisco remarcando el hecho de que «el Señor continuamente celebra la alianza, esa alianza sellada por Él desde el principio». Y «esta es la historia de la salvación», explicó el Papa, «pero el Señor nunca, nunca vuelve atrás». Por tanto «estos dones de la elección, de la promesa y de la alianza son irrevocables: para el Pueblo de Dios, para la Iglesia y también para cada uno de nosotros». Porque, aseguró el Pontífice, «cada uno de nosotros ha sido elegido; cada uno de nosotros es un elegido, una elegida de Dios; cada uno de nosotros lleva una promesa que el Señor ha hecho: “Camina en mi presencia, sé irreprensible y yo te haré esto”».

Y todavía, añadió Francisco, «cada uno de nosotros hace las alianzas con el Señor». En realidad, precisó el Papa, estas alianzas con el Señor «puede hacerlas, no quiere hacerlas: es libre. Y esto es un hecho».

En esta perspectiva, afirmó el Pontífice, es oportuno que cada uno se plantee una pregunta: «¿Cómo siento yo la elección: me siento cristiano por casualidad? ¿Cómo vivo yo la promesa, una promesa de salvación en mi camino? ¿Y cómo soy fiel a la alianza, cómo Él es fiel?». Porque, explicó Francisco, «Él es fiel» y por esta razón «los dones y la llamada son irrevocables: Él no puede renegarse a sí mismo, Él es la fidelidad misma».

Por tanto, teniendo en cuenta esa verdad, el Pontífice sugirió algunas preguntas para plantearse a uno mismo: «¿Me siento elegido por Dios? ¿Siento la caricia de Dios en mi corazón? ¿Siento que Dios me ama? ¿Y me cuida? ¿Y cuando me alejo, Él va a buscarme?». Puede ser de ayuda, afirmó, pensar «en la parábola de la oveja perdida, por ejemplo: el Señor que va y las promesas que ha hecho y las alianzas».

Así, confió Francisco, «cada vez que vienen a mí los novios para que les bendiga sus anillos, veo ahí, en ese gesto, estas tres cosas: la elección —se eligen mutuamente—, la promesa de llevar la vida adelante juntos y la alianza». Precisamente «por esto el matrimonio está entre las figuras más perfectas del don de Dios.

En las sucesivas «cuatro líneas» de la carta a los Romanos el apóstol Pablo, «después de haber explicado esto, durante cuatro veces» repite «las palabras “desobediencia” y “misericordia”: hay una tensión entre las dos, donde está la desobediencia, ha habido misericordia». Pablo lo repite «cuatro veces: eso quiere decir que en el camino de la elección hacia la promesa y la alianza habrá pecados, habrá desobediencia, pero delante de esta desobediencia está siempre la misericordia».

«Es —explicó el Pontífice— como la dinámica de nuestro caminar hacia la madurez: hay siempre misericordia, porque Él es fiel, Él no revoca nunca sus dones». Y esto «está unido: los dones son irrevocables porque frente a nuestras debilidades y a nuestros pecados hay siempre misericordia y cuando Pablo llega a esta reflexión da un paso más: no de explicación a nosotros, sino de adoración».

«¡Oh profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! Qué insondables son tus juicios e inaccesibles sus caminos!» escribe el apóstol a los Romanos. Palabras que son «un acto de adoración, de alabanza: él se arrodilla delante de este misterio de la desobediencia y de la misericordia y nos hace libres y delante de esta belleza de los dones irrevocables como son la elección, la promesa y la alianza». Y «esta es la argumentación de Pablo: cuando no puede ir adelante con la cabeza, porque ha explicado todo, Pablo se arrodilla y adora». Él «adora en silencio». «Pienso que puede hacernos bien, a todos nosotros —sugirió el Papa— pensar hoy en nuestra elección, en las promesas que el Señor nos ha hecho y en cómo vivo yo la alianza con el Señor». Pero también, prosiguió, en «cómo me dejo —permitidme la palabra— “misericordiar” por el Señor, delante de mis pecados, mis desobediencias». Y «al final, si yo soy capaz como Pablo de alabar a Dios por esto que me ha dado, a cada uno de nosotros: alabar y hacer este acto de adoración». Concluyendo la homilía, Francisco invitó a «no olvidar nunca» que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables: Él es “el fiel”».

 



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