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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 3 de febrero de 2019

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El domingo pasado, la liturgia proponía el episodio de la sinagoga de Nazaret, donde Jesús lee un pasaje del profeta Isaías y al final revelan que esas palabras se cumplen “hoy” en él. Jesús se presenta como aquel en quien se posó el Espíritu del Señor, el Espíritu Santo que lo consagró y lo envió a cumplir la misión de salvación para la humanidad. El Evangelio de hoy (cf. Lc 4, 21-30) es la continuación de esa historia y nos muestra el asombro de sus paisanos al ver que uno de su pueblo, «el hijo de José» (v.22), pretende ser el Cristo, el enviado del Padre.

Jesús, con su capacidad de penetrar en las mentes y los corazones, entiende inmediatamente lo que piensan sus paisanos. Creen que, dado que él es uno de ellos, deba demostrar esta extraña “pretensión” haciendo milagros allí, en Nazaret, como había hecho en los pueblos vecinos (cf. v. 23). Pero Jesús no quiere y no puede aceptar esta lógica, porque no corresponde al plan de Dios: Dios quiere fe, ellos quieren milagros, señales; Dios quiere salvar a todos, y ellos quieren un Mesías en su beneficio. Y para explicar la lógica de Dios, Jesús pone el ejemplo de dos grandes profetas antiguos: Elías y Eliseo, a quienes Dios envió para sanar y salvar a personas no judías, de otros pueblos, pero que habían confiado en su palabra.

Ante esta invitación a abrir sus corazones a la gratuidad y universalidad de la salvación, los ciudadanos de Nazaret se rebelan, e incluso adoptan una actitud agresiva, que degenera hasta el punto de que «levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad y le llevaron a una altura escarpada del monte [...], para despeñarlo» (v. 29). La admiración del primer momento se había convertido en una agresión, una rebelión contra él.

Y este Evangelio nos muestra que el ministerio público de Jesús comienza con un rechazo y con una amenaza de muerte, paradójicamente por parte de sus paisanos. Jesús, al vivir la misión que el Padre le confió, sabe que debe enfrentar la fatiga, el rechazo, la persecución y la derrota. Un precio que, ayer como hoy, la auténtica profecía está llamada a pagar. El duro rechazo, sin embargo, no desanima a Jesús, ni detiene el camino ni la fecundidad de su acción profética. El sigue adelante por su camino (cf. v. 30), confiando en el amor del Padre.

También hoy el mundo necesita ver en los discípulos del Señor, profetas, es decir, personas valientes y perseverantes en responder a la vocación cristiana. Gente que sigue el “empuje” del Espíritu Santo, que los envía a anunciar esperanza y salvación a los pobres y excluidos; personas que siguen la lógica de la fe y no de la milagrería; personas dedicadas al servicio de todos, sin privilegios ni exclusiones. En resumen: las personas que están abiertas a aceptar en sí mismas la voluntad del Padre y se comprometen a testimoniarla fielmente a los demás.

Recemos a María Santísima, para que podamos crecer y caminar con el mismo celo apostólico por el Reino de Dios que animó la misión de Jesús.

 


Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Con gran preocupación sigo la crisis humanitaria en Yemen. La población está agotada por el largo conflicto y muchísimos niños padecen hambre, pero no es posible acceder a los depósitos de alimentos. Hermanos y hermanas, el grito de estos niños y de sus padres sube hasta Dios. Hago un llamamiento a las partes interesadas y a la comunidad internacional para que se cumplan con urgencia los acuerdos alcanzados, se asegure la distribución de alimentos y se trabaje por el bien de la población. Invito a todos a rezar por nuestros hermanos en Yemen. “Dios te salve, María,...”. Recemos con fuerza porque son niños que tienen hambre, sed, no tienen medicinas y están en peligro de muerte. Llevemos a casa con nosotros este pensamiento.

Hoy se celebra en Italia la Jornada por la Vida, cuyo tema es «Es vida, es futuro». Me asocio al mensaje de los obispos y aliento a las comunidades eclesiales que de muchas maneras promueven y sostienen la vida. Se hace cada vez más necesario un compromiso concreto para promover los nacimientos, que involucre a las instituciones y las diversas realidades culturales y sociales, reconociendo a la familia como el seno generador de la sociedad.

El 5 de febrero, en Extremo Oriente y en varias partes del mundo, millones de hombres y mujeres celebran el Año Nuevo Lunar. Me gustaría saludar a todos con afecto, esperando que en sus familias se practiquen esas virtudes que nos ayudan a vivir en paz con nosotros mismos, con los demás y con la creación. Invito a rezar por el don de la paz, que hay que acoger y alimentar con la contribución de cada uno.

Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, a los fieles llegados de Croacia y Polonia; a los de Lecce, Potenza, Cerignola, San Benedetto del Tronto y Castelliri. Saludo a las Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro y al coro parroquial de Claut (Pordenone).

Con gran afecto, saludo a los chicos y chicas de la Acción Católica de la diócesis de Roma. Queridos chicos y chicas, me complace daros la bienvenida, junto con el cardenal vicario, los sacerdotes asistentes, vuestros padres y educadores, al final de la “Caravana de la Paz”. Con esta iniciativa, abrís las celebraciones por el 150 aniversario de la fundación de Acción Católica en Roma y el 50 aniversario del nacimiento de la ACR. Os deseo que seáis testigos alegres de paz y fraternidad. Ahora escuchemos juntos el mensaje que vuestros amigos, aquí junto a mí, nos leerán.

[Lectura del mensaje]

Y ahora los globos se elevarán al cielo, un símbolo de nuestras oraciones por la paz en el mundo.

[Lanzamiento de los globos]

En menos de una hora partiré para un viaje corto pero importante a los Emiratos Árabes Unidos. Por favor, acompañadme con la oración. Buen domingo a todos. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!


Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 3 de febrero de 2019.

 



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