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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 29 de julio de 2018

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Sois valientes con este sol en la plaza! ¡Felicidades!

El Evangelio de hoy (cf. Juan 6, 1-15) presenta el relato de la multiplicación de los panes y de los peces. Viendo la gran muchedumbre que lo había seguido cerca del mar de Galilea, Jesús se dirige al apóstol Felipe y pregunta: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman estos?» (v. 5). El poco dinero que Jesús y los apóstoles poseen, de hecho, no bastan para quitar el hambre de aquella multitud. Y he ahí que Andrés, otro de los Doce, conduce hasta Jesús a un chico que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces; pero ciertamente —dice Andrés— no son nada para tantos (cf. v. 9). ¡Bueno este chico! Valiente. También él veía a la multitud y veía sus cinco panes. Dice: «Yo tengo esto: si sirve, estoy a disposición». Este chico nos hace pensar... esa valentía... los jóvenes son así, tienen valor. Debemos ayudarlos a llevar adelante ese valor. Sin embargo, Jesús ordena a los discípulos que hagan que la gente se siente, luego toma esos panes y esos peces, le da gracias al Padre y los distribuye (cf. v. 11), y todos pueden tener alimento hasta saciarse. Todos comieron lo que quisieron.

Con esta página evangélica, la litúrgica nos lleva a no quitar la mirada de aquel Jesús que el pasado domingo, en el Evangelio de Marcos, viendo «una gran multitud tuvo compasión de ellos» (6, 34). También aquel chico de los cinco panes entendió esta compasión y dijo: «¡Pobre gente! Yo tengo esto...». La compasión le llevó a ofrecer lo que tenía. Hoy, de hecho, Juan nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades primarias de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: las personas están hambrientas y Jesús involucra a sus discípulos para que este hambre se sacie. Este es el hecho concreto. A la multitud, Jesús no se limitó a donar esto —ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación, su vida—, pero ciertamente hizo también esto: se encargó del alimento para el cuerpo. Y nosotros, sus discípulos, no podemos hacer como si nada. Solamente escuchando las más sencillas peticiones de la gente o poniéndose cerca de sus situaciones existenciales concretas se podrá ser escuchado cuando se habla de valores superiores. El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz, y sobre todo de su gracia divina nunca falla.

Jesús continúa también hoy quitando el hambre, haciéndose presencia viva que da consuelo, y lo hace a través de nosotros. Por lo tanto, el Evangelio nos invita a estar disponibles y laboriosos, como aquel chico que se da cuenta de que tiene cinco panes y dice: «Yo doy esto, después tú verás...». Frente al grito de hambre —toda clase de «hambre»— de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos quedarnos como meros espectadores alejados y tranquilos.

El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, requiere un generoso compromiso de solidaridad por los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos. Esta acción de proximidad y de caridad es la mejor muestra de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Después, al final del relato, Jesús, cuando todos fueron saciados, Jesús dijo a los discípulos que recogieran los pedazos que habían sobrado, para que no se perdiera nada. Y yo quisiera proponeros esta frase de Jesús: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda» (v. 12). Pienso en la gente que tiene hambre y en cuánta comida sobrante tiramos... que cada uno piense: el alimento que sobra en la comida, la cena, ¿a dónde va? ¿En mi casa qué se hace con la comida que sobra? ¿Se tira? No. Si tú tienes esta costumbre, te doy un consejo: habla con tus abuelos que han vivido la posguerra, y pregúntales qué hacían con la comida sobrante. Nunca se tira la comida sobrante. Se vuelve a hacer o se da a quien pueda comerlo, a quien tiene necesidad. Nunca se tira la comida sobrante. Este es un consejo y también un examen de conciencia: ¿Qué se hace en casa con la comida que sobra? Recemos a la Virgen María para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad, y no al odio, a los armamentos y a la guerra.

Después de impartir la bendición

No os olvidéis de dos cosas: una imagen, un icono, y una frase, una pregunta. El icono del joven valiente que da lo poco que tiene para quitar el hambre a una gran multitud. Tened valor, siempre. Y la frase, que es una pregunta, un examen de con ciencia: ¿qué se hace en casa con la comida que sobra? ¡Gracias!


Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Mañana es la Jornada Mundial contra la trata de personas, promovida por las Naciones Unidas. Esta plaga reduce a la esclavitud a muchos hombres, mujeres y niños con la finalidad de la explotación laboral y sexual, del comercio de órganos, de la mendicidad y de la delincuencia forzada. Incluso aquí, en Roma. También las rutas migratorias son a menudo utilizadas por los traficantes y explotadores para reclutar nuevas víctimas de la trata. Es responsabilidad de todos denunciar las injusticias y contrastar con firmeza este vergonzoso crimen.

Saludo a todos los peregrinos procedentes de Italia y de diversos países, en particular a los fieles de Río de Janeiro, Nueva Friburgo, Viseu, Quixadá y Fortaleza, en Brasil. Saludo a la asociación «Amici di Santa Giovanna Antida Thouret»; al grupo de scout de Padua y de Belén; a los jóvenes de Cerese di Borgo Virgilio y a los chicos de la confirmación de Tombelle.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.



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